El gran trío de Essex regresa con Delta Machine, su disco número trece, y aquí nos encargamos de reseñarlo.
Por Jonathan Ilardi (@Gavroulis)
Depeche Mode se ha sabido caracterizar muy bien por su temática oscura, introspectiva, pesada... Por supuesto, algo que en Delta Machine no podía faltar. Esta nueva obra de la banda electrónica actual por antonomasia vuelve a hacer hincapié en los conceptos introducidos en Playing the Angel (2005) y Sounds of the Universe (2009): la super-introspección del primero, y el ascendente énfasis en la voz de Dave Gahan del segundo. Así las cosas, estos cánticos siguen asemejándose a confesiones íntimas de un hombre en pena, pero no sin aggiornarse e incluir sonidos levemente más rockeros. Esto transforma a Delta Machine en una poderosa arma de delirio musical, como desde el principio nos lo hace saber la canción de apertura Welcome to my world. A medida que nos introducimos en este nuevo mundo propuesto por DM, habrá temas que nos harán sentir en viva piel la urgencia del alma por liberar "demonios" internos, como Heaven, Slow, Should be higher y Alone.
Lo más movido del disco viene a otorgar un grado de cierta frescura, una salida a la densa nube que genera el repertorio antes nombrado. Aquí, como si dentro de una vibrante fiesta en un siniestro boliche se tratara, tres canciones brillan entre el gentío de ritmos y letras que resuenan en los 57 minutos que componen la obra: Broken, Soft touch/Raw nerve y Soothe my soul, siendo el tercero el que más impacto causa. Para terminar, Goodbye, la última pista, despide el álbum con un perfecto final sensiblemente guitarrero y unos coros de voces que a más de uno dejará silbando/tarareando/cantando buen rato.
Delta Machine marca un muy aceptable reencuentro con los oídos del público. Cabe destacar que no es una vuelta a su etapa musical más conocida, aunque retienen claramente la influencia desde entonces. Escuchen, y piérdanse en el espeso bosque de sombrías emociones que ofrece Depeche Mode.
