Entretenimiento
LA MÁQUINA DEL TIEMPO
Memoria de
divas y capocómicos.
Por Tomás Rodríguez
Cartel de la película "Mercado de Abasto" |
Sorprendente, soñado, digno de una novela de Manuel
Puig. Es maravilloso, es memoria, es recordar, es traer al presente la etapa
más audaz del cine argentino, con el ciclo de cine nacional que se está llevando
a cabo en el Teatro y Espacio Multicultural Don Bosco de Bernal (Belgrano 280)
los domingos a partir de las 17:00 hs. Con charla debate y reseña histórica a
cargo del profesor Fernando San Martín. El material proyectado es material
fílmico original en 16 mm con intervalo incluido. Tal y como nuestros viejos
y/o abuelos vivían el cine de su época.
La gente entrará a la gran sala del teatro y se le
proyectará en pantalla gigante películas clave de nuestro cine nacional. Como
el domingo anterior que fue proyectada “Una mujer sin importancia” con la gran
Mecha Ortiz (acaso nuestra Marlene Dietrich) dirigida por Luis Bayón Herrera y
basada en la obra de teatro del irlandés Oscar Wilde. Este domingo 16 “Las seis
suegras de Barba Azul”, con Pepe Arias, película de 1945.
Hasta acá el tan merecido chivo a una actividad cultural
tan importante, pintoresca y por qué no, coherente dentro de una atrapante estética
del mítico “cine de barrio” que ha desaparecido. Ahora, los quilmeños debemos
dirigirnos al gran cine de Showcase en el centro de la ciudad de Quilmes o a
Jumbo, sobre Calchaquí, para ver un solo tipo de cine, el cine comercial yankee
(tan de nuestro gusto, no digo que no) y alguna que otra película nacional si
es muy, muy taquillera (si está Darín, si está Suar, si es una comedia
romántica; el lector sabrá disculpar mi ira por nuestro conformismo, válido y legítimo,
pero exasperante con nuestro propio cine). ¿Qué pasa? De pronto una alternativa,
algo distinto, poco usual. De pronto recordar como era antes, no ya en canal
Volver, sino afuera, en un lugar que convoca vecinos, proyectado en una
pantalla.
el actor cómico Pepe Arias |
¿Con qué compite esta rareza de promete una tarde
distinta por tan solo $ 10 pesos? Con grandes efectos especiales, ritmos mucho
más dinámicos, imagen mucho más nueva, costumbres y referentes de nuestro mundo
conocido e inmediatamente actual. Dura competencia.
¿Pero cuál es su capital? El orgullo. El conocer, el
saber que fuimos capaces NOSOTROS de un cine grande. Los argentinos no tuvimos
una nouvelle vague, ni un dogma 95
(los cinéfilos más acérrimos me entenderán, los que no lo son, tan solo deben
googlear), pero tuvimos directores como Lucas De Mare y Mario Sofficci, Daniel
Tinayre (algunos de ellos llegaron a filmar en Hollywood). Más para acá
encontramos más grandes: Favio, Torre Nilson, Subiela, Aristarain, Bemberg.
Divas como Zully Moreno, Mecha Ortiz, Tita Merello, Nini Marshal. Pero a ver…
¿qué es lo que estoy tratando de decir? Estoy intentando plantear una pregunta,
mediante la cual descubrimos cual es el gran valor de que existan estos
espacios aunque sea para animarse a asomarse a ellos: tenemos un lugar donde
reflejarnos. Donde reflejarnos nosotros, nuestra historia, nuestras costumbres,
nuestros modismos. Donde vernos, ¿o
parece poco? Encontrar un registro, un espejo done algo de lo que vemos todos
los días tenga su representación en el mundo de la ficción. Reconocer algo como
propio, ese es el valor de lo nuestro, y eso es cultura.
Zully Moreno en "Dios se lo pague" |
El hecho milagroso de que en un lugar como Bernal se
abra un espacio así, una máquina del tiempo donde se proyectan los clásicos nos
hace reflexionar sobre un problema cultural argentino de toda la vida: creer
que lo de afuera es siempre lo mejor. Y es que parece serlo. Las
superproducciones de afuera tienen historias más fantasiosas, con más
inversiones en producción y despliegue, y su popularidad se desperdiga por todo
el mundo, tomando muchas veces a ídolos populares a las novelas best seller del
momento como inspiración. Esto es cierto, respetable, y ese cine se ha ganado
su público. No estoy ponderando el nacionalismo sin sentido pero… ¿cuándo
tendrá peso decir que algo es nuestro?
Porque cuando eso sea así, el ser argentino cobrará la dimensión que se merece.
Seguiré siendo habitué de Showcase, pero empezaré a ocupar
una butaca en esta nueva y atractiva posibilidad de viajar en el tiempo. En el Espacio Multicultural Don Bosco, que
parece haberse convertido en esos cines de barrio que el tiempo se ha tragado.
Estando en la sala vi que se encontraba una nena de
unos trece años mirando admirada como Mecha Ortiz defendía a su hijo con uñas y
dientes del villano de la película, y me parece curioso y digno de ser
celebrado que algo así pase. Créanme, inculcar el amor por lo nuestro rendirá
sus frutos mañana. Gracias Teatro Don Bosco, vuelve a estar la rubia Ortiz
proyectada en una pantalla.