viernes, 7 de junio de 2013

Me Aburro. ¿Cómo hacer teatro hoy?

¿Cómo hacer teatro hoy? Algunas ideas para reflexionar.
Por Tomás Rodríguez

Aburrido, ridículo, serio, solemne. Teatro. Un actor o varios representando un personaje que está escrito, guiándose por “lo que dice en el texto”. Imagino a un adolescente de nuestros tiempos, a uno cualquiera, ni siquiera a uno que particularmente se sienta interesado por todo esto. ¿Se imaginan la tortura de ese pobre muchacho contemplando algo que no tiene nada que ver con él? Que no tiene nada que ver con los dibujos, series, programas de humor que mira, que no tiene nada que ver con el sentido de su época o con la velocidad o dinamismo de sus tiempos. En fin, ¿se imaginan a ese chico observando un teatro “que no compite” con el resto de los estímulos que él frecuenta? ¿Se lo imaginan aprendiendo algo yendo a ver un Hamlet, dicho lenta y exageradamente, con capa larga de terciopelo negro (típico de un típico Hamlet)? “Me aburre” dice el pibe, y lo perdemos para siempre nosotros los teatristas.
Escribo esto que no se si tiene que ver específicamente con el teatro, o más bien con la sociedad y la cultura, o con preguntarme qué políticas tomar para hacerle frente a los prejuicios con los cuales un chico se enfrenta a manifestaciones culturales (lo enfrentan, mejor dicho).

¿Por qué hacemos teatro? ¿Por qué otra vez Hamlet? ¿Por qué de nuevo un Moliere? ¿Un Beckett? ¿Un Lorca? ¿Un Florencio Sánchez? ¿Para qué? ¿Tiene sentido aburrir a un chico con las viejas y poco interesantes formas? ¿Es el teatro sólo “lo que está escrito en el papel”? El papel es la parte más chiquita de una obra de teatro. Son los huecos que lo circundan aquello donde el teatro palpita, y en esos abismos oscuros que esperan que se los ilumine es donde puedo seducir al espectador del siglo XXI, que nada tiene que ver con lo que le pasaba al espectador del momento donde se originó la obra. El espectador del teatro isabelino vivía en estado permanente de alerta debido a los levantamientos de los señores feudales en contra de Isabel I, y veía en las obras ejemplos de conducta, de lo que el orden es y de cómo se paga romper con el orden y la armonía. ¿Tiene esto que ver con, por ejemplo, un vecino de Quilmes? ¿Sí? ¿No? ¿En qué?
¿Cómo debo contarle “El Burgués Gentilhombre” a un chico de hoy? Me pregunto por qué tenemos miedo a preguntarnos cómo impactar al espectador de la actualidad, y esta pregunta es interesante sobre todo para alguien de aquí, de Quilmes, donde la gente que hace teatro (con la mejor buena voluntad) muchas veces cree que porque no se cuenta con dinero o porque es una producción amateur de barrio o provincia no es una oportunidad para explotar (aunque sea intentarlo desde la inexperiencia) todos los lenguajes posibles de una puesta en escena.
¿Es falta de respeto o una graso error actualizar una obra? Hamlet fue escrito para el espectador del siglo XVI en Londres, un hombre que no tenía computadoras o teles, tampoco radios ni música pop, tampoco efectos con luces robotizadas, ni luz eléctrica, ni demasiados otros entretenimientos populares además del teatro. Uno hasta podía pensar que era más fácil sorprender en ese momento que ahora, después de todo, antes no había un Harry Potter o un Blade Cazador de Vampiros. Imaginemos una función escolar para chicos de secundaria de Hamlet. Ejemplo:
¿Por dónde le entro a este pibe? ¿Por dónde? ¿Cómo lo convenzo, cómo lo seduzco, cómo atrapo sus sentidos, su atención, cómo involucrarlo? ¿Cómo hacer que el espectador de hoy entienda qué quiso decir originalmente ese texto? ¿Cuáles son las equivalencias de esa historia con el hoy? ¿Hamlet será menos Hamlet porque le ponga un jean roto y un despeinado pelo lleno de espray? Eso se ve más reconocible, más parecido al hoy. Hablemos claro, sin solemnizar ni declamar, veamos qué pasa. El teatro no es un hecho arqueológico. Necesita renovarse permanentemente. ¿Se bancará la gente hoy una obra de seis horas como lo era Hamlet cuando se estrenó? La versiono, hago una versión de una hora y media, busco lo que más me interesa, lo más importante. Basta de hacer descansar la magia en la palabra: busquemos acción, movimiento. Cosas que en el texto no estén. ¡El texto no está completo, señores! Y ha sobrevivido en el océano del tiempo hasta llegar a las costas de nuestros días, y debemos agregar, resinificar, porque el mundo ha cambiado, porque la forma de mirar ha cambiado, porque hoy el teatro se ha convertido en diversión de sólo un porcentaje de aquella masa que tuvo antes y que hoy ha remplazado el teatro por el cine (aunque el teatro no muera jamás). Si aprendemos a adaptar los textos a nuestra forma, a nuestro tiempo y ritmo, dejaremos de aburrir. Jean Genet, hombre de teatro, decía: “¿Cómo pretenden que la gente ame lo que les queda lejos?”. Tendremos más espectadores si demostramos que el teatro aún puede competir en el mundo de las emociones y estímulos, ganaremos si demostramos que en este mundo donde nos bombardean de imágenes todo el tiempo y nos invaden películas de efectos especiales, el teatro aún tiene algo que decir. No seamos ridículos, plomos, aburridos: hinchapelotas. Basta de joderme con los versos de un autor de hace 600 años, hagan que la esencia de Hamlet explote sobre mi cara, aquí y ahora. ¿Acaso esperamos temer, amar, llorar y conmovernos por las mismas cosas que él, una persona de hace 600 años? Los que quieran decir “ya” y ver pasar ante sus ojos una historia que sea siempre igual a sí misma, tienen el cine, arte que se filma una vez y permanece congelado hasta el fin de los tiempos. Para todo lo demás, preguntémonos por qué Fuenteovejuna sigue siendo interesante. Escribo este ambivalente articulo lleno de preguntas con la esperanza de que los teatristas de Quilmes y de la Capital, de todas las edades, sobre todo los que quieren que cada vez el teatro signifique más para más gente, abandonen sus bajas pretensiones y quieran hacer del teatro lo que de verdad es: un maravilloso quilombo que le da un tiro al espectador en la cabeza mientras la obra dure.



Read full post »

jueves, 6 de junio de 2013

Cuentos de allí y allá: El Peligro de la Mentira


Cuentos de allí y allá
El Peligro de la Mentira





Oh…Veo que habéis venido. Pasad, pasad, no tengáis miedo. Sentíos libres de tomar asiento en mi humilde morada. Por favor, parad de acusarme con vuestras miradas. Es bien comprensible que me miréis de esa forma. Pero creedme cuando les digo que debajo de mis harapientos ropajes y la desalineada maraña grisácea que comprende mi barba, hay oculta una historia que escapa a lo que cualquiera de los presentes pudiese siquiera imaginar.

¿Acaso no creéis en las apesadumbradas palabras de un simple viejo? Lo más normal sería pensar que sólo son habladurías de un senil y demente anciano, cuya mente fue colapsada por el paso del tiempo y el alcohol. No os lo voy a negar, puede que aquellas acusaciones sean acertadas pero, en lo que a mi respecta, lo que terminó por derrumbar mi juicio va más allá de vicios y el progresivo desgaste del recipiente al que llamamos cuerpo. No… Realmente no os imagináis la treta que el atroz destino me tenía preparada.

Así qué… ¿Estáis preparados para escuchar mi relato? ¿Estáis listos para escuchar la historia del hombre que alguna vez lo tuvo todo en sus manos y que las jugarretas de la vida todo se lo arrebataron? ¿Estáis listos para presenciar la obra más magnifica y sanguinaria de todos los tiempos?

En esa época no era más que un joven como cualquier otro. Un joven cuyas aspiraciones no escapaban de vivir de juerga en juerga y regodearse con las mejores compañías que pudiese encontrar. Era así que, ahogando mis noches en vino y danzando hasta que el matutino trinar de los pájaros se oyese, derrochaba las horas de mi vida. Está de más aclarar que en ese entonces el dinero no era problema para mí, al fin y al cabo, obtenía  una considerable suma de dinero dada mi profesión. Por favor, seáis amables conmigo y permitidme alardear un poco al decir que no era un trabajo que cualquier hombre pudiese hacer. De ser así, la paga no sería tan fastuosa.

Muchos de ustedes me llamaríais temerario, osado o hasta llegaríais a tildarme de maniático al tomar  dicho empleo, a lo cual permitidme confesaros con cierto pudor que en ese entonces sólo acepté dicha labor desconociendo los pesares y complicaciones que ello podría acarrear. Os ruego comprensión, al fin y al cabo aquello no era más que un mero “capricho de la juventud” o un claro bloqueo de mis neuronas ocasionado por el aumento de la testosterona. Entendedlo, al igual que todo joven, sólo deseaba dinero qué dilapidar. No importaba si mis acciones rozaban la clandestinidad. ¡Oh, Madre Santa! ¡Os juro que no sabía del asunto en el cual estaba por embarrar mi nariz!

Desde muy pequeño mis progenitores me habían dotado de una particular educación religiosa. “Amad al Señor y respetadlo como si de vuestros padres se tratase, rezadle cada noche antes de dormir y agradecedle por todas la bendiciones con las que os ha provisto. Recordad que Dios, así como da, también puede quitar.” Eran sus claras palabras. Sin embargo, como típico niño iluso al que sólo le preocupaba preservar sus infantiles sueños, hice caso omiso a sus advertencias y me dediqué a suministrar burlas y risas ante este supuesto “ser ficticio”. ¡Si tan sólo hubiese sido más precavido y menos petulante…!

Era ingenuo, y no digo que haya dejado de serlo, pero en ese entonces intenté llevarme el mundo por delante, ese mundo repleto de obligaciones y responsabilidades que gozaba evadir. Muchos ya me había advertido acerca de mis actividades, que me alejarían del sendero, que me perderían a mí mismo. En respuesta solía prorrumpir sonoras y arrogantes carcajadas frente a los crédulos que se dejaban llevar por la envidia. Sólo estaban celosos de mi perfecta y agraciada vida. No sólo era de conocimiento común que fuese un muchacho bien acaudalado y dotado sino que además se me daba la lírica y, como no, las mujeres.

Era trovador en mi tiempo libre, uno de los más conocidos del poblado si cabe agregar. Sabía de cánticos y composiciones musicales por montones y en las tensones no tenía rival. Siempre en compañía de mi fiel laúd, siempre en compañía de mi soledad. Mis sonetos no eran para nada especiales. En ellos me dedicaba a hablar acerca de mi vida y, de cuando en cuando, burlarme un poco de los incautos que sostenían tener un amigo imaginario. De hecho, había un particular secreto para mi rotundo éxito y no era para nada grato: la base de todos mis poemas no era otra que sino una farsa. La gran mayoría de ellos se sustentaban de fragmentos de cadáveres ajenos ¿pero qué se podía esperar de alguien con mi oficio?

La oscuridad envolvía el desolado y espectral parque. La luna se divisaba con dificultad en lo alto, detrás de los negros y ondulantes pinos y una densa neblina merodeaba por todo el sitio, impidiendo saber con exactitud a quién pertenecía cada catre. Allí estaba yo, en mi nocturna labor de interrumpir el profundo letargo de aquellos soñadores para mi beneficio personal, cuando de repente una diminuta figura se abrió paso niebla. Era una pequeña niña de andrajosas ropas y un dorado y sucio cabello. Sus pies, descalzos y negros por la tierra, estaban llenos de heridas y magulladuras. Sus empalidecidos brazos, que tiritaban por las escasas temperaturas, podía difícilmente distinguirse de los huesos de un difunto. Su inocente y descuidado rostro lleno de castañas pecas, que parecía desconocer mi indecorosa faena, no dejaba de pedirme clemencia.

-Por favor amable señor, tened misericordia de esta miserable y pobre niña. Si no fuera mucha molestia para usted, os pido un doblón de oro.- Dijo con voz penosa y ronca mientras señalaba la bolsa con dinero que colgaba de mi bolsillo.

-Lo siento mi joven niña.- Respondí benévolo a la vez que resguardaba con recelo el saco en la palma de mi mano.- Por mucho que a este servidor le apetezca ayudarte, has de aprender a ganar tu propio sustento. Porque como dice el Señor “Bienaventurados sean los pobres […], porque de ellos es el Reino de Los Cielos”

Con aquel sermón, esperaba que la infanta diera media vuelta y regresara sobre sus pasos pero, muy por el contrario, sus ojos se llenaron de una amarga sabiduría que sólo podría ser removida con sus lágrimas.

-Lo comprendo mi amable señor, pero el Santo Padre también dice: “Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos obtendrán misericordia”- Su terca mirada se clavó en mí con aquel aire de ingenuidad propio de los infantes. No me gustaba para nada su egoísta obstinación.- ¡Por favor os ruego comprensión mi piadoso señor! La fortuna ha querido apartarme del lado de mis progenitores y me veo a mi suerte en este mundo. No tengo forma de mantenerme ni poseo sustento alguno. ¡Piedad, señor! ¡Piedad!

-Mi corazón se estremece al escuchar vuestra dolorosa y triste historia pero como el Señor dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed […]: porque ellos serán saciados.” Así que no hay necesidad de preocuparse niña mía, el Señor os proveerá por todos los sinsabores pasados y futuros.

-¡Por favor mi señor, apiadaos de esta indefensa y hambrienta niña!- Aferró sus gélidas manos en ambas mangas de mi oscuro abrigo. Temblaba como una hoja en medio de la ventisca y sus mejillas habían adoptado un peculiar color carmín. De sus negros ojos emergieron dos grandes y saladas lágrimas que rodaron cuesta abajo por las frías colinas de su cara hasta deshacerse en una mezcla de agua y suciedad en su barbilla.- ¡Un solo doblón es lo que pido generoso señor! ¡Nada más ni nada menos!- La aparté con cuidado de mis ropajes llenos de tierra y sacudí el exceso de polvo.

- No derraméis vuestras lágrimas en vano joven hija del Señor, puesto que es de común conocimiento que también dijo: “Bienaventurados los que lloran: porque Dios los consolará.”

Sus lágrimas cesaron de repente y su rostro, ennegrecido por una abrumadora presión, generó una notoria mueca de desagrado. Dentro de sus ojos comenzó a avivarse una peligrosa llama escarlata, una llama que parecía consumir mi alma tan fácilmente como si de un simple puro se tratase. De pronto un miedo irracional invadió mi mente y nubló mi juicio, no estaba seguro de a qué le temía pero era conciente de que se trataba de algo sumamente peligroso. La imagen de la desdichada y tierna niña se desvaneció en el aire junto con la relajante atmósfera que el camposanto podría proporcionarme.

-Es verdad lo que decís, señor mío. En eso no os contradigo. Pero os ruego encarecidamente que recuerde que el Santo Padre una vez dijo: “Bienaventurados los puros de corazón: porque ellos verán a Dios.” Así, en contraposición, aquellos que nieguen a su prójimo las bondades que vuestro Señor proporciona, recibirán el debido castigo divino.- Su voz sonaba tosca y molesta pero a su vez, se sentía como si tuviera un total conocimiento de las palabras que acababan de emerger de sus pálidos labios.

-¡Que la inocencia os valga criatura de la creación!- Bramé en una fuerte carcajada.- ¡Dios sólo castiga a sus enemigos y a los que dudan de su omnipotencia! ¡Vuestro Señor jamás castigaría a un fiel y devoto siervo que sólo vive para promulgar su santa palabra!- Pero mis oraciones no provocaban más que leves cosquilleos en los oídos de la infante. Ella seguía inmersa en su sermón, repitiendo las mismas palabras una y otra vez: “castigo divino”. Me distancié unos pasos de la criatura, su voz se iba tornando cada vez más chillona y espectral y de cada dorado cabello emergió una grotesca y deforme serpiente de ojos tan rojos como la sangre. Su piel, poco a poco comenzaba a desintegrarse en determinadas partes de su cuerpo dejando ver su horrendo esqueleto. En un abrir y cerrar de ojos la dulce niña que antes había estado mendigando frente a mí se transformó en un monstruo de los que sólo se había escuchado hablar en los peores y más terribles relatos de enfermizas mentes.

No os lo voy a negar, grité y grité con toda mi aterrada alma. Apenas atisbé a dar un torpe paso hacia atrás que sólo sirvió para caer en el profundo pozo situado tras de mí, junto con aquel apacible y demacrado soñador que parecía esperar con los brazos abiertos mi compañía. ¡Jamás en mi vida había sentido tal desesperación! Presa del pánico intenté erguirme de nuevo y huir, pero mis endebles y temblorosas piernas no me lo permitieron. Estaba hipnotizado por esa risa macabra, desprovista de cualquier humanidad que pudiese haber tenido en algún momento. Pero mis sentidos volaron definitivamente cuando sentí un frío y esquelético collar oprimiendo mi garganta hasta el punto de dejarme sin aire. Palpé desesperado intentando zafarme de la… ¿mano? ¡Era una huesuda y horrenda mano humana! ¡Los muertos intentaban sepultarme en vida junto con ellos!

Negro. Una oscuridad pútrida y profunda me iba carcomiendo y sentía como mi alma era apuñalada con cada carcajada de la niña. Las fauces de la tierra misma me engullían cual gordo y suntuoso duque devora su cena mientras que el agrio aroma a muerte inundaba la atmósfera. Mis forcejeos pronto se volvieron inútiles. Las capas de tierra iban cayendo una tras otra y con ellas, mis escasas oportunidades de escapar. Ya nada podía hacer, nada más que escuchar su horrenda risa y lamentarme en silencio.

De pronto, sentí un picoteo en el rostro. “Quizá ya los gusanos estén comiéndose mi carne”, pensaba. Pero no era así. Otro picoteo más y abrí mis ojos. Menuda rareza de gusano, tenía un encorvado pico con oscuras y estaba recubierto por brillosas plumas oscuras. Miré a mi alrededor confundido, no quedaba rastro de la pesadilla vivida hacía instantes. Espanté a mi plumífero amigo para luego levantarme de la tumba en la cual me encontraba apoyado y reí tontamente. Si, una pesadilla ocurrida por dormir en tan peculiar lugar.

-Tonto. Tonto.- Decía a carcajadas.- Mira que pensar que mi Señor habría de castigarme así. ¡Soy su fiel siervo y devoto!- Y diciendo esto encaminé hacia el bar más próximo para embriagarme y olvidar lo ocurrido.

 Divirtiéndome estaba yo en otra de las tantas alocadas festividades nocturnas a las que solía asistir cuando mis ojos fueron saturados por un aluvión de sensaciones que, hasta entonces, eran desconocidas para mi precoz corazón. Solitaria en un apartado rincón, como si de el más preciado de los tesoros se tratase, estaba aquella pálida belleza. Su sonrisa, más brillante que el más dorado y reluciente doblón de oro, era el centro de atención de varios muchachos en la sala. Sus manos, tan perfectas y delgadas, parecían ser el resultado del arrebato emocional de algún artista enamorado. Y sus ojos… ¡Sus hermosos ojos! Eran tan puramente cristalinos que uno podría asegurar que la puerta al mismísimo edén se ocultaba tras ellos.

No os miento si les digo que al momento en que su angelical rostro giró hacia mi dirección, tanto mi alma como cualquier indicio de cordura, me abandonaron por completo. Tampoco os miento al decir que mí ser, impuro y desmerecedor de tal goce, fue purificado en el instante en que su sonrisa iluminó con fervor el bullicioso cuarto. No…nada de aquello fue una mentira. Aún cuando, ahora, mi cuerpo esté desgastado y marchito. Aún cuando, ahora, mi mente se desvanezca lentamente y junto con ella el poco juicio que se resiste a partir. Aún cuando, ahora, no pueda discernir si todo aquello sólo ha sido parte de un efímero y fugaz sueño producido por el alcohol, sus marcas jamás se borrarán de mi  abatido y longevo espíritu.

-Eleonora.- Dijeron sus seductores y pálidos labios con un notorio acento británico al preguntar su nombre.

Los consecutivos días fueron como una quimera. Bastaba verla sonreír con sus preciosos labios escarlata para lograr olvidarse del mundo. Siquiera las horrendas pestes que plagaban la región o la consecutiva ola de crímenes y asesinatos asolaban a la población era competencia para su eterna belleza. El sólo verla avivaba en mí una llama, una llama que sólo ella pudo encender y sólo ella podría mantener viva.

De mi mente surgían versos y sonetos, música y poesía. De repente comencé por adoptar un particular gusto hacia la vivacidad de la madre naturaleza, así como también me atrajeron la literatura y la lírica. Poco a poco fui abandonando el trago y las escapadas por las noches, para así dejarme seducir por la alegre algarabía matutina que surgía al verla despertar a mi lado cada mañana. No obstante, mi paraíso no duraría por mucho tiempo. Aquellas fuerzas místicas de las cuales me había burlado por tanto tiempo ajustarían cuentas conmigo.

Era tiempo de bodas cuando mi Eleonora cayó presa de aquella terrible enfermedad. Comenzó como una gripe común sin más complicaciones: elevada temperatura, constantes cefaleas, escalofríos, astenia y demás. Pero puesto que en esa época nos encontrábamos en pleno invierno no le dí mucha importancia. Hasta hoy en día me lamento de haberla ignorado.
Los recuerdos de esos días aún pasean frente a mis ojos como fantasmas merodeando en el camposanto, acusándome con sus gélidas y lastimeras miradas. Su amable y bella sonrisa que intentaba apaciguar mis miedos, por más que ella supiera lo que sucedería. Sus tristes gritos de agonía y su llanto desconsolado. Pero más que nada recuerdo ESA imagen. Un cuerpo deforme y grotesco tendido en mi cama, los doctores diciendo que ya nada se podía hacer, que eran cosas de la vida y a ese solitario vestido blanco colgado en el armario.

Maldecí. Maldecí a mi suerte. Maldecí a Morfeo y su eternidad. Traté con todo, los mejores médicos, costosos y prestigiosos curanderos y hasta me atrevo a decir que con la más extrañas artes oscuras. Pero no, nada parecía ser de utilidad. Fue allí, en ese tenebroso y solitario callejón, cuando por fin pude comprenderlo. Azoté contra el muro la botella de ron que sostenía en mi mano y lancé lejos mi pesado saco de doblones. El dinero nada servía en esas instancias. Fue entonces que oí una familiar pero a la vez extraña voz.

-Tal parece que por fin lo ha comprendido mi señor.- Hablaron a mis espaldas. Una helada gota de sudor recorrió mi frente. Reconocía esa forma de hablar. Volteé lentamente y miré aterrado. Era una niña de rizos dorados y tez blanca.

-Creo que mi señor es lento de entendederas.- Dijo con una inocente risa.- ¿En verdad creía que vuestro dinero iba a hacer la diferencia? Podrá haberla hecho gozar de las mejores diversiones, los más suculentos platillos y los más reservados placeres. Pero eso poco importa al final del camino. No hay hombre mujer o niño, ni uno solo, que pueda alejarse del sendero.

-¡Monstruo! ¡Tu me la has quitado!- Bramé lleno de ira. Ya no me atemorizaba su figura, había vivido la muerte en carne propia y me habían arrebatado mi alma en vida. No había nada que pudiese espantarme a esas alturas.

-¿Yo?- Interrogó con ingenuidad.-No se equivoque mi señor. No es usted sino el culpable de todas las desgracias ocurridas. Se ha escudado detrás de Dios para sacar partida, miente engaña y roba para poder vivir a sus anchas y profana el descanso eterno de aquellos que no deben ser despertados. Pero no ha de preocuparse, se lo aseguro. No voy a llevarlo conmigo.

-¿Y cómo esperas que viva de ahora en adelante? ¡Te has llevado todo lo que me importaba!-
Ella rió con más fuerza aún.

-Que yo sepa, mi señor aún conserva la compañía de su gran bolsa de doblones. Personas van y vienen al mundo a diario y apenas te mosqueas. ¿Por qué esto debería de ser una excepción? Viva de su pecado, nútrase de lo aprendido. Saque algo bueno de su experiencia, con el tiempo verá que es usted muy afortunado.- Y tras decir esto sacó de sus andrajosos ropajes un reluciente doblón y me lo arrojó entre carcajadas para luego desaparecer entre la oscuridad de la noche.


Y esto fue todo, aquí acaba el relato. Espero que de mi historia ustedes, mentes jóvenes y lúcidas, puedan extraer una enseñanza., aquella enseñanza que al ser tan ciego y duro de mollera no pude ver. Jamás he vuelto a ver a la niña después de aquello y tampoco está en mis planes volver a hacerlo dentro de poco. Aún sigo reprochándole muchas cosas pero de algo debo reprocharle en particular es este don maldito que tengo ahora. Puede que en apariencia luzca como un anciano decrépito pero en lo profundo de mi espíritu aún conservo mi anhelo de juventud. Si, nada es lo que parece. Puedo parecer un anciano pero así es como quiero que me vean. Ahora si, ¡retiraos! ¡Dejadme en soledad! ¡Dejadme solo con mis enfermizos poemas y mi corrompida literatura! ¡Dejadme solo con mi fantasmal musa! ¿Cómo? ¿Queréis saber más? ¿Queréis saber quién soy realmente? ¿Queréis saber por qué salí invicto de mi enfrentamiento con la muerte? Creo que a estas alturas ya sabéis la respuesta. No soy nada más que eso, una sombra del pasado, un cuervo negro. Alguien o algo (ya no lo sé con certeza) que escapó de la muerte. No, no es correcto decir que escapé de la muerte. Ya lo habéis notado ¿no? Si, desde un principio, mucho antes de que pudiese darme cuenta, ya estaba muerto.
Read full post »

miércoles, 5 de junio de 2013

Despedimos a Elsa Bornemann [Con Amor y Respeto]

Literatura 
Elsa Bornemann.


Por Ayelén Araujo

El 24 de mayo lamentablemente falleció Elsa Bornemann a la temprana edad de 61 años. Su ausencia será sentida en el ámbito de la literatura infantil… y no tan infantil. Su cuento “Un elefante ocupa mucho espacio” fue censurado en la última dictadura militar argentina. Sus historias en cuentos como “Mil grullas” (centrado en la vida de dos niños que vivían en Hiroshima antes de la famosa bomba nuclear) suelen ser muy profundas:
“Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los chicos. Porque ellos eran nuevos en el mundo. También, como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo entonces, en el año 1945, y otra vez estaba en guerra.”
  Varias de sus obras son trabajadas en las escuelas, quizás por la capacidad de captar la atención de niños y jóvenes propia de sus cuentos de terror (recogidos en Socorro: doce cuentos para caerse de miedo, entre los que figura “Manos”, y Queridos monstruos: diez cuentos para ponerte los pelos de punta). También “Un elefante ocupa mucho espacio” es usado para realizar actividades escolares en el Día de la memoria (24 de marzo).
  Elsa Bornemann tenía una dinámica con los chicos que hacía circular sus libros, y se expresa en fragmentos como este:
  “Queridos chicos: En el dormitorio de la casa de mis padres había un espejo. Mejor dicho, hay un espejo, pero a mí me parece que no fuera el mismo de antes. Les voy a contar por qué: cuando yo era chica y sabía hacer cosas importantes, tales como gastar enteritas las siestas del verano corriendo tras las mariposas o dibujando con tiza en las paredes, ese espejo jugaba conmigo. Sí. Como lo oyen: jugaba conmigo. Yo me paraba frente a él y ya no estaba sola. Desde su luna brillante y ovalada me sonreía una nena muy parecida a mí que, tocándome la cabeza con una varita, lograba convertirme en dragón, humo o astronauta...”
  Desde su lugar como escritora, nos lleva a través de cada renglón a la importantísima fantasía de la imaginación.
  La homenajeamos debiéndole el legado de creativos formatos, como los que usa en Disparatario,  por ejemplo textos para leer en espejo y al revés; también pertenecen a su autoría los reconocidos: Amorcitos sub-14, Cuadernos de Delfín, El niño envuelto y El libro de los chicos enamorados, entre muchos otros.
El espejo distraído
Tengo un espejo distraído.
Me marea con sus olvidos.
Sé que no lo podrán creer
pues —coqueta— me miré ayer
y él, como siempre está en la luna,
no reflejó imagen alguna.
Por supuesto, yo me asusté;
muy enojada lo reté.
Él, entonces, se disculpó
y enseguida me dibujó...
mas con la cara empañada
y media trenza borroneada.
Adivinen lo que pasó
cuando mi tío se miró
utilizando una gran lupa
y teniendo la gata a upa...
Pues mi espejo tan distraído
hizo una mezcla, confundido,
y mi tío se vio con cola,
bigotes, una mano sola,
el chaleco descolorido
y su cigarro en dos partido.
¡Y la gata casi se mata
al reflejarse con corbata!

  Este es uno de sus tantos poemas para chicos, que juega con hechos atractivos para los niños, pero también con símbolos que representan sentidos, como el animal que se espanta de verse vestido con corbata.


  Es redundante decir que Bornemann fue galardonada en diferentes y merecidas ocasiones, pero su trascendencia se encuentra en su impacto en varias generaciones.
Read full post »

¿Jóvenes Turcos actualmente en el poder? [Por Juan De Cillis Dorin]

Política
¿Jóvenes Turcos actualmente en el poder?

¿Cómo una protesta pacífica y ambientalista, se convirtió en una represión IMPERIALISTA y SANGUINARIA?  Más de 1000 heridos, CENTENARES de detenidos y 2 muertos en el quinto día de protesta en el país Islamita.


Por Juan De Cillis Dorin





Todo comenzó el pasado Viernes cuando, luego de escuchar que se talaría un bosque entero para la construcción de un centro comercial, un grupo reducido de manifestantes ambientalistas ocuparon el predio para impedir la brutal deforestación.



 





Al enterarse de esto, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan mandó a reprimir brutalmente a los manifestantes allí asentados, con la utilización de cañones hidrantes, gases lacrimógenos y balas de goma.



Al salir la violenta e injusta represión en los medios locales y al enterarse el pueblo (que en su mayoría y desde hace varios años demuestran su repudio ante el gobierno conservador del primer ministro Erdogan) comenzaron a unirse progresivamente columnas de manifestantes a la protesta, los cuales fueron reprimidos, causando más enojo popular y, por consiguiente, provocando la adhesión de aun más manifestantes hasta que el pasado domingo resultaron ser 10.000 los manifestantes en la plaza Kizilay.

 Los cuales nuevamente fueron reprimidos por el autoritario gobierno de Erdogan, llevando esta vez a la muerte de un joven de 22 años.


 
La ira e impotencia del pueblo Turco, que continuó en aumento, llevó a la conformación de grandes barricadas, a nuevas represiones y a un nuevo muerto del cual “se desconoce su ejecutor”





El primer ministro Turco anunció el pasado domingo que no se construirá el centro comercial en Taksim, pero insistió en derruir el Centro Cultural Atatürk para erigir un teatro o una mezquita.
Read full post »

lunes, 3 de junio de 2013

Deerhunter - Monomania (2013)


El grupo de Atlanta ofrece una nueva excursión para ir en caza de la buena música.

Por Jonathan Ilardi (@Gavroulis)


Deerhunter - Monomania

Monomania muestra -comparándolo con su anterior obra, Halcyon Digest (2010)-, un lado tal vez menos experimental, pero sí más profundo, más consolidado. Es notable en ciertas canciones, el toque de Bradford Cox -cantante principal y multi-instrumentalista de esta banda-, lo que recuerda a veces algunos tramos de su proyecto solista, Atlas Sound, pero con mayor impronta agresiva, cabe resaltar. Todos los álbumes de Deerhunter dan la impresión de que estamos involucrados en un viaje totalmente rutero, pero Monomania refuerza aún más esa sensación. Debe ser por temas como Pensacola, que otorga la ilusión de estar recorriendo pueblos rurales de E.E.U.U., sin haber estado nunca allí. Y como si la noche llegara y una fogata se armara, Dream Captain los ayudará a tener dulces sueños.

Este quinto disco es, a través de sus once canciones, un producto más "volátil" que la relativa "estabilidad" musical que proveía Halcyon Digest. Es un regreso a la etapa un tanto punk que Deerhunter tenía en sus primeras obras. Y como volátil que es, los giros en el viaje son inesperados: a veces con cierta violencia (como la transición, justamente, de Pensacola a Dream Captain; o Back to the Middle a Monomania), y también viceversa (como la transición Leather Jacket II a The Missing; y Monomania a la última canción, Nitebike)... Pero uno se acostumbra a ver que en realidad es un viaje de aventuras, más que una excursión de caza en busca de algún Venado místico que nos muestre el camino.

"Una pieza de rock & roll muy avant-garde" (vanguardia), según el propio Bradford Cox. Una pieza de arte que todo cazador de la música, no debería dejar pasar.


Deerhunter - Dream Captain

 
Read full post »
 

Copyright © Jóvenes y Parlantes Design by Free CSS Templates | Blogger Theme by BTDesigner | Powered by Blogger