Cuando “nada tiene sentido” es mucho
más que una frase melodramática.
Por Tomás Rodríguez
|
Borgia Ginz con su risa horrorosa |
Estás a punto de asistir a la Destrucción masiva echa película. Tan
destructiva es esta película que tengo que aconsejarte que no esperes principio,
ni nudo, ni final, ni causa ni efecto, ni coherencia, ni nada. No esperes. De
eso habla esta película de 1977. De que ya no hay nada que esperar.
Te lo explico (si es que hay algo que se pueda explicar como “trama”)
cual es la trama. ¿Te acordás de la reina Elizabeth I de Inglaterra? ¿Esa que
Cate Blanchett inmortalizó en dos sensacionales películas en 1998 y 2007? ¿Esa
que Helen Mirren interpretó en la fantástica miniserie de Hallmark Channel?
¿Aquella de la cual Bette Davis nos mostró su costado más vulnerable y
sentimental en Mi reino por un amor?
En definitiva, estamos hablando de la gran reina inglesa que con trece o
catorce años de edad asumió el trono de una nación abatida por el conflicto y
la violencia política, la unificó, asentó la iglesia protestante que había
creado su padre Enrique VIII y pasó a la historia como una de las grandes líderes
del mundo que condujo a su pueblo a una época de gloria y prosperidad. Esa, esa
misma.
|
Bod luciendo su corona real |
Pero mediante la magia bizarra, kitsch y underground del cineasta de culto injustamente poco reconocido Derek
Jarman, la gran reina a la que se suele representar fuerte, inmutable, hasta
masculina, hace un viaje en el tiempo a los años 70´ en pleno agite del
movimiento punk, fruto del desencanto sobretodo juvenil ante una sociedad en
decadencia, con índices de desempleo de los más altos de su historia, donde la
juventud después de estudiar durante
años sale a la calle y no logra encontrar trabajo y se ve obligada a vivir de
asignaciones estatales. El corazón de la película es el agresivo choque que
sufre nuestra monarca (entendamos, una mujer del 1500 y pico, con valores y
concepciones de ese momento) al ver que la nación que ella ayudó a llevar a la
gloria se retuerce miserablemente en el fango, siendo las pandillas las que
mandan en sus calles.
¿Quiénes son los que integran a la pandilla que nos acompañará a lo largo
de la hora cuarenta que dura la película? Amyl Nitrate, una bizarra jovencita
punk que está obsesionada por apuntar en cuaderno su propia versión de la
historia universal; Mad Medussa, una loca piromaníaca; Sphinkx y Ángel, dos
hermanos incestuosos; Chaos, con sus labios negruzcos como su pelo y su
vestimenta; Crabs, una actriz (según ella) a la que le encanta el sexo (interpretada
nada más y nada menos que por Little Nel, la Columbia de The Rocky Horror Picture Show, de donde también está Richard Ó
Brian como el brujo de la reina) y Bod, el alter ego punk de la Elizabeth.
|
Mad |
¿De qué “frustraciones” mana la ira de esta juventud? Uno habla de la
Inglaterra puntualmente, pero podríamos hablar del fracaso de todo un mundo y
una forma de pensamiento. El pensamiento de que existe el progreso. El mundo se
derrumba, y la modernidad nos mintió. Hemos crecido pensando que las familias
existen para amarnos y educarnos para mejor y para que podamos desarrollarnos
como individuos e ignoramos los profundos intereses y luchas de poder que hay
de los padres para con los hijos; nos dicen que estudiando llegaremos lejos y
todos los días vemos ejemplos en la televisión o en la política de que eso no
es cierto; sabemos a estas alturas que la democracia no soluciona nuestros
problemas políticos y que el candidato que votamos probablemente sea peor que
el anterior; cómo creer en el relato cristiano de que un Dios Todopoderoso nos
salvará cuando sabemos que la Biblia no es más que un libro escrito por humanos
en contextos seguramente contaminados por intereses sociales y políticos; en
qué revolución vamos a creer cuando las ambiciones de los hombres pervierten
todas y cada una de ellas y no nos conducen a un estadío superador de nuestra
miseria. En este film donde lo punk, lo posmoderno, lo anárquico y lo caótico
desfilan sin solución de continuidad, al ritmo de Sex Pistols y The Clash, los
protagonistas están llenos de furia, y de ahí se desprende su violencia. Furia
por haber creído en un progreso que no llega, porque los valores y el orden que
nos han inculcado nos dejan en la calle sin trabajo, nos pegan una puñalada en
la espalda, y nosotros hemos confiado en ellos. De todo eso hablan los jóvenes delincuentes
de Jubilee, película que a Jarman le
valió el odio de los sectores más conservadores de Inglaterra por ser una crítica
feroz a su sociedad y también el odio de los punks de aquel momento.
|
Amyl Nitrate |
Mediante recursos como el videoclip, la estética kitsch o trash, los
colores saturados e imágenes pregnantes similares a pinturas (Jarman estaba
fuertemente influenciado por sus orígenes plásticos y sus conocimientos de
Arte) Jarman nos regala su visión pesimista. Consejo: tomen algo que los
estimule, desde vodka hasta café con leche, mate, o té, y siéntense muy cómodamente
con la vista fija en el remolino de puñetazos, muerte y destrucción; la
película les parecerá insoportable, si, su ritmo es difícil, por no decir que
tiene un grave error de falta de síntesis. En mi opinión, vale la pena. Después
de hartarnos con sus pandilleros y matones, Jarman nos deja ver el llanto de
una pirómana, nos cuestiona “¿qué diferencia hay entre Hitler, Alejandro y Napoleón?”.
No por nada Amyl Nitrate, la más llamativa de las punks, es una historiadora.
¿Es la historia como nos la contaron? ¿O debemos re interpretarla, porque es
solo un relato? Mad nos dice “¿Existen realmente los héroes?” y en su primer
gran discurso, Amyl nos dice “En estos días no se permite hacer realidad los
sueños. La fantasía ha sido sustituida por ellos. Películas, libros, pinturas.
Lo llaman “arte”. Pero cuando tus deseos se convierten en realidad no necesitas
la imaginación nunca más, ni el arte”. A su parlamento le sigue una
glorificación de Myra Hyndley, una famosa asesina. La llama “heroína”. Esos son
los héroes, no los próceres o personajes
históricos destacados (Además, ¿cuál es la historia? ¿Existe una historia?) si
no los inconformes, llenos de furia por las traiciones y mentira, que no
escribieron sobre asesinatos, salieron a
la calle a dominarla y asesinar en la vida real. Luego, veremos a Amyl
bailar ballet alrededor de una fogata donde se están quemando libros.
Simbolismo puro.
|
Bod en uno de sus raptos de bandalismo |
Los chicos terribles de la peli tratan de triunfar en el mundo de la
música y ser estrellas de punk rock, se b aten a duelo con la policía, asesinan
o golpean gente por puro placer y tienen sexo desenfadadamente. Serán a lo
largo de la película como una hidra de cien cabezas, cada uno de ellos dirá
cosas, escúchenlas, aunque parezcan inconexas. Relativizaran el amor, la
historia, la paz. Bod, la versión punk de Elizabeth I en la Inglaterra
setentista, aparece con una corona real en la cabeza. Ríe y comenta con sus
amigos “Es la última moda”. No hay más nobleza, ni ideales, y aquello que fue
en su momento un divino símbolo de poder, autoridad y gloria, queda reducido a
un accesorio. Por otro lado, al ver a Bod como la “Elizabeth punk”, usando, de
hecho, su corona en tono de burla, y cabe preguntarse, ¿Si Elizabeth hubiera
nacido en una época más actual acaso no estaría disconforme como los
protagonistas lo están? ¿No sería punk?
Al finalizar la película, Elizabeth, una reina nunca antes vista así,
derrotada, abatida, melancólica, aun agarrada a la concepción isabelina donde
existe el órden y del cual Dios es uno de los grandes factores, se preguntará
por dónde esta él, pero en este paraje desolado donde todo es cuestionable, su
dios no le servirá de nada y deberá volver acompañada de su brujo y su enana
sirvienta a sus pagos. ¿Podemos imaginarnos lo que debe ser para una gran reina
como ella contemplar el fracaso de su lucha? No imagino un dolor semejante. Y
me río al recordar a Bette Davis en Mi
reino por un amor, encarnando a Elizabeth, diciendo que su más absoluto
amor era Inglaterra. Imaginémonos como duele el desengaño amoroso no de un
hombre o una mujer: de un pueblo entero.
|
Crabs seduce a Kid, un jovencito músico que sueña con triunfar |
¿Cómo me sentí al terminar Jubilee?
Cansado, harto, movilizado. Desengañado. Jarman consigue poner a prueba nuestra
fe en las cosas, y lo hace con una historia sumamente absurda, de una ironía
amarga. Uno de los personajes más aterrorizantes y grotescos, Borgia Ginz,
sintetiza mucho del concepto general de la película: “Hasta que la música no esté suficientemente fuerte, no iremos el
desmoronamiento del mundo. Esta es la generación que olvidó vivir su vida.
Estaban demasiado ocupados viendo mi película sin fin”. Vale decir que la
película está muy anclada en el momento histórico en el que fue hecha, y hoy
puede parecernos vieja, desactualizada, poco impactante o poco transgresora. Es
el precio que ha pagado por gritarle tan alto al oído de una Inglaterra en
erupción “No te creo”. Por otro lado, y es una opinión personal… Lo que cuenta
tiene absoluta vigencia.
¿Por qué Jubilee? Es una
referencia al jubileo, una celebración particular, pero a uno muy especial: al
de la reina Elizabeth II, no I, la que reinó en los tiempos de Jarman y sigue
reinando aún. ¿Así que quieren celebrar algo, ingleses orgullosos del país?
Fúmense esto.