lunes, 26 de agosto de 2013

La Brújula: "Fue la lucha, tu vida y tu elemento."

Historia de un rebelde con causa
Por Juan de Cillis Dorin

Domingo F. Sarmiento
Mucho habremos escuchado sobre el hombre al que refiere el título de esta nota. De vende-patria a padre del aula, desde "Excelente presidente" hasta "Un facho"; de “el del billete de 50”, hasta tener su propio himno; Domingo Faustino Sarmiento se aparece en las pesadillas de alumnos y profesores desde hace más de un siglo.

Como hemos visto, mucho se dijo de el y se seguirá diciendo, por lo que se dedica una nota especial en la semana del aniversario de su nacimiento.

Pero en la nota de hoy, incurriremos en una anécdota mundana que linda con lo vulgar. En el año 1862, provincia de San Juan, Argentina, el colegio electoral provincial anunciaba a la población sanjuanina que el nombre de su nuevo gobernador empezaba con Domingo, y entre insultos y aplausos, un Sarmiento que se encontraba casi en el auge de su carrera política, juraba: "(...) bajo los santos evangelios, desempeñar (...)"

Había quienes pronosticaban una etapa de progreso para la provincia, aunque también había quienes disconformes con la elección del colegio electoral, auguraban un gobierno conservador y represivo; pero nadie, ni siquiera nosotros, nos imaginaríamos cuál fue y como llevo a cabo su primera medida en el puesto de gobernador.

Al segundo día de asumir, Sarmiento anunció una medida que fue ampliamente aceptada por los sectores más populares y los políticos más renovadores de la provincia: por primera vez en la historia argentina, un político (en este caso, un gobernador) se atrevía a sacarle a la iglesia católica, la posibilidad de educar a los alumnos.

Las críticas no tardaron en aparecer, y rápidamente toda la cúpula eclesiástica de la provincia conformó la primera oposición al reciente gobernador.

Un párroco, aprovecho la misa del domingo y expresó: "El gobernador es el mismísimo diablo. (...) Tengan cuidado, porque el gobernador tiene cuernos, y cola."

Sarmiento tenía el defecto o virtud (según quien lo mire) de no quedarse callado y retrucar a cada persona con la que no compartía opinión; al enterarse de lo dicho por el joven sacerdote, el gobernador no aguardo mucho tiempo para contestar y al día siguiente: "el padre del aula", "ejemplo de los maestros", "creador de la Secretaria de Educación y de tantísimos colegios" observó que el sacerdote iba por la vereda contraria a la que se encontraba el y, llamando su atención, expresó: "Padre, venga a tocarme así puede comprobar su sermón -tocándose la cola-: ¡No tenga dudas, soy el mismísimo Lucifer!"
 

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