Por Tomás Rodríguez
Es lógico que cuando
uno va al teatro, por crítico que sea, se siente en la butaca y trate de disfrutar
de lo que va a ver, esperando pasarla bien. Bajo esa lente, generosa y que nivela
para arriba, muchas obras ganan adeptos a pesar de sus errores. Sea por la
idea, como por momentos de los diálogos y situaciones que sean simpáticos,
graciosos y ocurrentes, que produzcan risa y complicidad con el espectador (sumando
además las interpretaciones de los actores). Tal es el caso de “Trío” una comedia gay de Gerardo Begérez. ¿La
idea? Tony decide proponerle a su novio Rocco contactar a un tercero por medio
de redes sociales para integrarlo a una sesión de sexo. La tensión que produce
en la pareja esta decisión y los acontecimientos que se desatan de esa
propuesta son el nudo de la obra.
Una idea muy buena
resulta concretarse en algo que por momentos cae en el lugar común. El
personaje de Tony, quien tiene a su cargo a “la loca” típica, por tanto y como
es usual, la que genera los mayores momentos de risa; una hilera de “cagona”,
“boluda” y miles de adjetivos en femenino que son lanzados de uno a otro de los
personajes tratando de reforzar innecesariamente su humor gay, su confianza y su vinculo, haciéndonos pensar todo el
tiempo “Ajam, son gays”; el tema de la discriminación como una sub-temática que
va espolvoreando la obra confusamente y no haciendo pie en ningún lado, ¡Hasta
desde la música se cae en el lugar común de los temas festivos típicos! Shania
Twain, Britney Spears, etc. son los himnos gay que aparecen abruptamente entre escena y escena (mientras los actores
se cambian o mueven escenografía, interrupciones que a veces son interminables.)
Incluso en el final, la música (que siempre irrumpe con demasiada brusquedad) parece
decirnos imperativamente que debemos ver ese momento como “típicamente tierno”,
cosa que arruinará lo que pudo ser una esplendida escena erótica con un desnudo
alucinante. La “melaza” estuvo de más. A eso voy con “obviedad”: viene de obv viam, “adelante en el camino”. El
camino que la obra hace podría ser más claro. Luego la obra cerrará (¿o no?) en
un final innecesariamente intrincado, que no se llega a entender del todo, y
que “quiere ser tierno y poético” pero no lo es. Es verdad que quien mucho
abarca poco aprieta, y en el teatro esto se ve mucho. ¿Otra prueba? Les aseguro
que hay algunos diálogos y momentos que de comunes alcanzan la categoría de
“cursis”.
Pero el gran
desacierto del espectáculo es la sala y cómo se la usa. Sobre el escenario (del
cual solo se usa la mitad de adelante, excepto para la secuencia final) están
dispuestas una mesa, dos sillas, y un sillón; a un costado, sobre una
plataforma, una mesita cubierta con una tela negra, y al otro lado la “barra o
cocina” de la pareja. El espectador sólo puede ver lo que pasa arriba del
escenario, los costados le serán difíciles de percibir gracias a las dos
columnas a los extremos del escenario, cosa que genera una gran incomodidad, ni
siquiera una que pueda ser aprovechada como estimulo al espectador. No. Y
tampoco la escenografía parece querer ser “minimalista”. No. Todo tiene la fea
sensación de haber sido puesto sin demasiado criterio. Es claro cuando alguien
pone pocos muebles porque “eso es lo que quiere”, y esta no es una de esas
veces. La escenografía no era “despojada” sino “abandonada” y lo simple y crudo
de la iluminación durante toda la obra no ayudó a cubrir o compensar las fallas
de lo escenográfico y de la visibilidad que la sala y su utilización
complicaba. Aunque quién sabe. Si la intención era que lo grosero de la
escenografía transmitiera “crudeza”, algo de eso se logró. Y lo otro, podría
haberse logrado.
De todas formas estas
cosas sobre las que reparo, que para mí no son detalles para nada, no impiden
dejarse llevar por una trama atrapante a pesar de sus imperfecciones; la obra
es muy entretenida, llena de momentos muy graciosos, y la reconozco audaz en su
temática y su intento de buscar una forma novedosa de abordarla
(independientemente de los resultados). Espectadores conservadores abstenerse.
Odiarán ver esta obra. Sin otro particular, asistimos con esta y con otras
obras que se han estrenado y van a estrenarse en la cartelera porteña, a este
nuevo y atractivo género llamado comedia
gay. Se destacan la pareja central de Tony y Rocco encarnados en los
actores Juanma Gómez Antognazza y Jonás Elfenbaum. La homoerótica cita es en el Teatro
La Comedia (Rodriguez Peña 1062) los lunes a las 21 hs.