Cultura
Una historia con pocos modales
Una historia con pocos modales
Por Juan De Cillis Dorin
Martín Alzaga Unzué
nació en Buenos Aires durante 1901. Descendiente del renombrado terrateniente:
Martín de Alzaga, fue uno hombre que, en su época, dio mucho de que hablar en
las cenas de chimentos de las damas de Europa y América de la época.
Desde chico, su padre,
lo mandó a los mejores colegios de Argentina…. ¡Y de Europa! Y de los cuales,
en su gran mayoría, lo echaron
El joven Martín
fue un niño revoltoso, para luego convertirse en un joven rebelde cuando, a
temprana edad, heredó las fortunas de su familia.
En pocos años
logró fama mundial, por llevar a cabo exactamente lo contrario a lo que había
hecho su familia los últimos años. En todas las familias “importantes” de
Europa y América, se hablaban de los despilfarros y delirios que el joven
Alzaga, hacía con los millones que había heredado.
En su vida se
dedico a varias cosas, pero una de las que no podría evitar nombrar, fue la de
piloto de carreras (y por cierto fue muy bueno) llegando a ganar premios
importantes y participar en torneos Estadounidenses donde muy pocos Argentinos, hasta el día de
hoy, lo han logrado.
En 1925,
decidió retirarse del automovilismo y se dedico a regentear un cabaret que
funcionó muy bien hasta 1928, año en que los gangsters locales, tras varias
presiones recibidas, le obligaron a cerrarlo.
A pesar de todo
esto, Martin, no sería inmortalizado en la memoria mundial, sino por una frase
que hasta el día de hoy se usa: “Tirar manteca al techo”.
En 1931, la
crisis azotaba Estados Unidos, pero Alzaga (que continuaba allí) decidió que
era el momento para construir el burdel más costoso, lujoso y exclusivo
del ¡MUNDO ENTERO! (Constaba con paredes
tapizadas con cuero de zebras cazadas en Africa). Se llamó “El Morocco” y lo
frecuentaban celebridades de la época como Marilyn Monroe y Truman Capote.
Se dice que, en
el burdel, se acostó con tantas mujeres distintas que, más adelante, se
escribiría en su honor el tango “Shusheta”.
En su burdel,
Martín tenía la costumbre de, mientras esperaba la comida, pasar el tiempo
usando el tenedor como catapulta de los trocitos de manteca (muy cara en
aquella época) que disparaba apuntando a los senos de una de las estatuas del
local, ¡la cual se encontraba colgada del techo!
La gente
comenzó entonces a hablar del despilfarro económico que es significaba y Martín
fue cada vez más renombrado. Cuando la gente preguntaba que estaba haciendo
Alzaga, y nadie podía responder, se decía que se encontraba: “tirando manteca
al techo” en alusión a que debía estar despilfarrando dinero.