lunes, 24 de junio de 2013

Caviar


La vida es un cabaret


 Por Tomás Rodríguez
el gran Jean Francois Casanova
No, no se ilusionen. No es que esté hablando de una “casa de citas”, (a pesar de que Segundo Piso Ascensor, Casa de citas fue un espectáculo hecho por los integrantes de Caviar hace años). Es más bien un cabaret de la onda (aunque menos siniestro) de la película Cabaret  (Bob Fosse, 1972) que haría famosa a Liza Minelli: un espacio reducido, escenario chiquito, una sala casi intimista; travestis, vedettes, nudistas, humor exagerado, ridículo, grotesco, risueño, sensual, caricaturesco, vestuario, barroco, plumas, brillo (bueno, no había tanto brillo en aquella Alemania nazi que pintaba la película de Fosse).
El afamado grupo Caviar festeja sus 38 años, y los festeja con un espectáculo absolutamente representativo de su estética. ¿Cuál? La del cabaret, ese género teatral que nació en las tabernas o bares parisinos alrededor de 1880, y que tenía la particularidad de que mientras se veía el espectáculo los espectadores podían comer y beber. Si bien en el Teatro De La Casona la sala está dividida del bar, esa mística de elegante café donde el espectador podrá tomar algo antes de pasar a la sala del fondo, actúa como hechizo que transporta a esos ambientes en los que se instalaba el género. Ya cuando uno entra a la sala se advierte una música vintage, que parece salida de un viejo disco de vinilo.
Walter Soares y su "Tosca" enojada.
El espacio escénico, reducido y cuyas características impiden jugar demasiado escenográficamente. ¿Qué hacen teatristas inteligentes como los de Caviar? Lo que cualquier persona creativa haría: usar una limitación y transformarla en una virtud. La obra cuenta con más de 100 cambios de vestuario, y estos son tan impactantes que no necesitan del aporte de lo escenográfico. Podríamos decir que, al no poder jugársela demasiado en la escenografía, el vestuario “es” la escenografía. Cuenta, ambienta y adorna tanto como lo haría un trasto, una estructura o cualquier recurso más rebuscado.  
Figuras misteriosas, lujosas pero enmascaradas (las del gran Jean François Casanovas y Walter Soares, quienes además de intérpretes son los grandes creadores del espectáculo y ejecutaran sus impactantes sketchs de transformismo) dan inicio al espectáculo, y enseguida son acompañadas por varias criaturas mitad humano y mitad pájaro, quienes con su sensual aleteo nos anuncian que el espectáculo ha empezado. A partir de ahí, ¡una desopilante sucesión de pequeñas escenas cómicas! La obra pasa del tango, al jazz, al bolero y otras yerbas tropicales; es salpicado por la ópera (imperdibles mini-parodias de Carmen y Tosca) y flamenco (un brillante Walter Soares nos regala Yo soy esa, engalanado como una gitana flamenca de larga cola de volados y abundante cabellera negrísima). Hay sombras chinescas, coreografías, imitaciones, cuerpos desnudos (mujeres hermosas y hombres esculturales harán las delicias de espectadores y espectadoras, quienes pueden re-fritarse en su líbido cada tanto, alternando con él la catarata ininterrumpida de humor) y lo mejor: en todo el espectáculo los intérpretes no utilizan su voz. Se valen puramente del playback, tanto en las canciones como en los momentos en los que “hablan”.
Aquí radica la clave, la inteligencia de su humor. ¿Cuál es el efecto cómico que funciona en los espectadores que disfrutan de Caviar? Lo artificioso (inhumano, no natural) que se evidencia en una persona que gesticula exagerada e hiperquinética (el trabajo gestual de todos los artistas es admirable) un texto que dice otra voz o una canción que una voz ajena arroja desde los parlantes, es tan ajeno a la naturalidad con la que se habla usualmente que nos produce el efecto de lo ridículo y lo hilarante.
Quienes vayan a Caviar se reirán de la forma de las cosas. No de los chistes. No de una trama (el espectáculo carece de trama, está compuesto de sketchs, cuadros autónomos) sino del efecto delirante de una fiesta cuya estética es una permanente reminiscencia, pantomímica, satírica, a las películas de estudio de los años 50´ y sus divas, a las mujeres tropicales como Carmen Miranda y sus números de rumba, a las señoras paquetas, a los radioteatros de los años 40´. ¡Caviar es burbujeante, efervescente, ridículo, sexy y fantástico! Un espectáculo diferente que ya ha logrado un público adepto, y que llena salas con un estilo que dudo que se encuentre en muchos lugares del circuito teatral porteño. La cita es en el Teatro De La Casona Corrientes 1975, viernes y sábados 21:30 hs. Domingos 20:30 hs. ¡No se la pueden perder!
Soares y su "Tina Turner".

Intérpretes: Jean François Casanovas, Lola Hunkeler, Walter Soares, Conrado Moressi, Diego Nocera, Fefe Baldino, Nicolás Arellano, Rocío Fernanda Martínez
Dirección: Jean Francois Casanovas
Autor: Jean Francois Casanovas, Walter Soares
Vestuario: Jean Francois Casanovas, Walter Soares, Marcelo Pendola, Patricia Profumo
Coreografía: Jean Francois Casanovas, Walter Soares
Títeres: Renata Schussheim, Fernando Lupiz

 

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