Cine
El cine es sueño
Semblanza a Jean Cocteau
Por Tomás Rodríguez
“El cine es sueño”, dijo alguna vez Edgar
Morin. Hablaba también de cómo el espectador era un niño que se sumergía en sus
sueños.
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Bella corriendo por los pasillos del castillo. |
No soy crítico de cine, no es mi función en
este diario. Pero en el día de la fecha, hace tiempo, nació un artista que
merece nuestra admiración. Jean Cocteau, (1889 – 1963) fue un poeta, novelista,
ensayista, artista plástico y director de cine, un hombre clave para el
desarrollo del cine europeo, quien fuera responsable de llevar a cine por
primera vez el cuento de La bella y la
bestia en el año 1946. La primera versión de este cuento fue de la
escritora Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, en 1740, aunque la versión
escrita más conocida fue una revisión muy abreviada de la obra original de
Villeneuve, publicada en 1756 por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont.
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Jean Cocteau |
Cocteau era un surrealista. En realidad
nunca se casó con ninguna vanguardia, pero hizo a esta en particular un
interesante aporte. El castillo de la bestia, en esta película, es un lugar de
ensueño. Gárgolas que se mueven, manos que salen de los muros y sostienen
candelabros, cortinas que aletean en el aire presas de las corrientes del
viento. Bella corriendo raudamente para salvar a su padre de un monstruo que no
es tal. Aparece también la pesadilla, en los amplios jardines del castillo llenos
de escaleras, estatuas y negruzca vegetación. A diferencia de la inmortal
versión de Disney de 1991 acá gana la poesía. Y el castillo, bizantino,
antiguo, de habitaciones pedregosas casi vacías y puertas cuyo marco en forma
de ojiva despide una blanca luz cegadora, no tiene a Lumiere, a la señora Potts,
o a Ding Dong. Esta bestia está sola. Sola de verdad, desde hace tiempo. No
pega los alaridos furiosos de la bestia de Disney cuando Bella se rehúsa a
cumplir sus demandas. Habla con su carrasposa y desvitalizada voz, habla como
puede, pareciera que le cuesta. Es monstruosa, pero no exige. Pide a Bella que
lo ame, y esta durante mucho tiempo le rehúsa su amor. La bestia, callada,
resignada, se va por donde viene, no sin antes remarcar que le daría cualquier
cosa a cambio de piedad, una piedad que rompería el hechizo.
En una de las escenas más bellas de la película,
que transcurre en los jardines donde corre un arrollo de una cascada (que por
otro lado no sabemos de dónde viene) Bella le da de beber en su mano al monstruo.
“¿No te da repugnancia darme de beber?” le pregunta el maldecido príncipe. “No
Bestia, me gusta”, responde la muchacha.
El castillo está lleno de pasos secos, que
se dan entre bustos blancos de mujeres, sombras de rejas caen sobre el piso
negro, y solo en la habitación que la Bestia reserva para Bella hay un espejo.
“Bella, cuando cenes cada noche me acercaré a mirarte, pero nunca debes mirarme
a los ojos” dice Bestia, complaciente, sumisa, ante los gritos de horror de su
amada cautiva. “Bella, ¿puedes aceptar que te mire mientras cenas?”, “Puedes
hacer lo que quieras. Eres el amo.”, “No, aquí no hay más amo que tú”. ¿No es
interesante que esta Bestia no tiene actitudes de Bestia? Uno siente, en todo
momento nada más que lástima por el malherido animal.
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La bestia venerando a su amor imposible mientras duerme |
Para finalizar, una perlita: detrás de la
Bestia, se verá al final cuando el monstruo haga su mítica transmutación en
príncipe gracias al amor, está el actor Jean Marais. Joven, rubio, de rasgos
angulosos. Fue el amante apasionado de Msie. Cocteau.
Un servil colaborador de este medio ha
querido regalarles en el día de la fecha, tan solo una impresión. Una impresión
de una obra de un gran autor, la cual fue cabal en la historia del cine de
Europa. Una película en la que nadie creía, pero que terminó por conmover. Como
me conmovió a mí cuando finalmente logré verla.
Despierto del sueño, llorando. Recuerdo a la
Bestia: “Todo lo que hay aquí es tuyo. Expresa todo capricho que tengas. Antes
de irme a dormir, siempre te haré la misma pregunta. Bella, ¿quisieras
convertirte en mi esposa?”, “No Bestia”, “Entonces, adiós bella, hasta mañana”.